Nombre:
Yōsuke Shibazaki
Otros alias utilizados:
Wolfgunblood, Kuroki Tenma, Love Penguin, cara de orco
Primera aparición:
ComicWalker (julio de 2018)
Creador:
Hotondoshindeiru

Takafumi Takaoka es un joven de unos veinte años, con unas gafas que le confieren cierta apariencia intelectual y ligeramente reservado, que no nada precisamente en la abundancia. Para costear su modesta vivienda, debe trabajar en diversos empleos a tiempo parcial y, recientemente, su compañero de piso se fue, perdiendo con él un importante apoyo económico para pagar las facturas. A nivel familiar, las cosas no le van mucho mejor. Su tío de treinta y cuatro años, Yōsuke Shibazaki, cayó en coma cuando fue atropellado por un camión hace diecisiete años (es decir, que ha pasado la mitad de su vida privado de consciencia) y, debido a las discusiones sobre qué hacer con éste, hubo una ruptura familiar. Ni siquiera su propia hermana (la madre de Takafumi) quiso saber nada del pobre Yōsuke . Pero ahora, a la altura de otoño de 2017, finalmente ha despertado. Takafumi es consciente de que su tío no tiene a nadie y que se encuentra desamparado, por lo que decide acudir al hospital para reunirse con él. Una vez allí, comprueba que el accidente le ha dejado completamente trastornado. Pronuncia palabras ininteligibles y afirma haber estado en otro mundo.

Lo que en ese momento el joven ignoraba es que su tío había estado realmente en otro mundo, uno de fantasía épica de magia y espadas que los japoneses conocen como Isekai (el de esta serie, en concreto, se llama Granbahamal), pero muy pronto le haría una demostración: mediante sus poderes, hizo levitar un vaso de agua ante la atónita mirada de su sobrino. Así comienza Isekai Ojisan, y también este artículo en el que nos centraremos en el tío, Yōsuke Shibazaki. Alguien que, como veremos, es tremendamente peculiar en muchos, muchos sentidos.

Con este truco, quedó claro que no estaba loco.

Una convivencia mágica

Sin comerlo ni beberlo, Yōsuke Shibazaki se dio de bruces con una realidad significativamente distinta a la que abandonó en torno al año 2000. Los avances tecnológicos han alterado la vida cotidiana, la industria del ocio de masas ha evolucionado, los jóvenes utilizan coloquialismos nuevos, pero, ante todo, es un adulto disfuncional sin formación académica superior ni experiencia alguna en el mundo laboral. A ese hádicap se le añade la pesada losa que ya de por sí debía cargar desde antes de que sucediese todo esto: sus nulas habilidades sociales. Lo único que parece preocuparle en este mundo es su amada Sega, la compañía de videojuegos que durante años disputó de tú a tú a Nintendo la supremacía de la industria. Además, es un hombre flacucho, gafotas y físicamente nada atractivo, con pelo largo y una descuidada perilla. Su cara de felicidad es, de hecho, aún más fea, y a veces muestra expresiones faciales del todo indescifrables.

Ante semejante panorama, el desdichado Yōsuke parece destinado a caer en las garras de la exclusión social, pero su sobrino Takafumi tiene planes para él. Le alojará en su casa y éste, a cambio, le ayudará a ganar dinero utilizando su magia. Mediante su nueva cuenta de Youtube, irán de menos a más a nivel de visualizaciones gracias a sus impresionantes trucos, lo cual se traduce en ingresos económicos. Además, su capacidad para desplazarse volando les permite ahorrar buenas sumas de dinero en gastos de envío de sus compras por internet. Bien es cierto que en ocasiones será una fuente de gastos para su sobrino, sobre todo cuando se da el capricho de comprar juegos de Sega sin su permiso. Con todo, el propio Takafumi también encontraría un beneficio intangible de la convivencia con su tío Yōsuke: evadirse de sus preocupaciones cotidianas gracias a las aventuras en el mundo fantástico que éste le narra diariamente, y que pueden disfrutar como si de una serie se tratase gracias a que, mediante su magia, proyecta sus recuerdos en forma de holograma audiovisual e interactivo.

A Yōsuke le cuesta aumentar suscriptores por este tipo de cosas.

Sega como monotema

En el apartado anterior he tocado muchas cuestiones de Yōsuke que van a ser desarrolladas, pero, por su peso en la historia y la importancia crítica en la forma de ser del personaje, voy a comenzar con su fijación obsesiva con Sega. Nuestro protagonista pasó toda su infancia y adolescencia absolutamente enganchado a los juegos de las plataformas de dicha compañía. Vivió la era de la famosa guerra de consolas, y el hecho de fuese el único fiel a la compañía del erizo azul de toda su clase hizo que jamás pudiese disfrutar de las opciones multijugador de sus títulos. Si hubo un juego que ocupó un puesto de honor, ese fue Alien Soldier. Se pasó ocho años jugándolo sin parar. El hecho de haber completado el modo súper difícil lo considera uno de los mayores logros de su vida.

Dedicó ocho años de su vida, en cuerpo y alma, a Alien Soldier.

Su absoluta devoción por Sega sin duda le trajo problemas en su regreso al mundo presente. Una de las primeras cosas que preguntó a su sobrino era si a dicha compañía le había ido bien en la guerra de consolas. Fue todo un trauma para él enterarse que ésta se había retirado del mercado del hardware de videojuegos, por lo que usó su magia para borrar ese dato de su memoria. Pero hay muchas otras cosas relacionadas con el presente que encuentra chocantes. Como muestra, un par de ejemplos. Por culpa de Internet, descubrió que sus mejores récords de tiempo habían sido superados por mucho por los speedrunners (aquellos que se pasan un juego en el menor tiempo posible). También fue un atónito testigo de la existencia de tutoriales que permiten reparar desperfectos de las consolas antiguas, algo totalmente inconcebible para él, al considerarlas el pináculo de la tecnología de la humanidad.

De Sega extrajo también lecciones de vida. Ya lo detallaré en el apartado dedicado a sus andanzas en el mundo fantástico. Aquí únicamente pondré el ejemplo de Evangelion. Si vio esa serie, fue únicamente porque Sega estaba entre sus patrocinadores. Asegura que de ella aprendió los entresijos del amor adulto (aunque ya veremos que en realidad lo desconoce por completo).

Es inconcebible para Yōsuke que una consola pueda repararse en casa.

Choque cultural y generacional

Uno de los detalles que más me gusta de la serie Isekai Ojisan es su costumbrismo. Como comentaba más arriba, el pobre Yōsuke Shibazaki se dio de bruces con un entorno que había experimentado cambios sustanciales. Este contraste lo aquejaba sobre todo en el ámbito de los videojuegos, como vimos, pero también se hacía sentir en todos los ámbitos de la vida. Semáforos más delgados, gente mirando el móvil en el transporte público, el cual ahora tiene pantalla táctil (él prefirió hacerse con uno antiguo con botones), series y programas que han cesado su emisión o publicación (en el caso de los mangas), expresiones extrañas (para él) como la de “millenial”, o planetas que ya no lo son, como Plutón, son una pequeña muestra de ello. Pero mi favorita es el shock que le produjo al tío de Takafumi que la gente haya dejado de decir “rebobinar” a hacer retroceder un vídeo. Ahora se llama simplemente así, retroceder, puesto que el artículo que hacía el proceso de rebobinado, la cinta VHS, ha caído en desuso.

Que ya no digan «rebobinar» fue todo un shock.

El Wild Talker

Su faceta mágica la adquirió en Granbahamal y le fue de suma utilidad de vuelta al mundo real. En apariencia, dispone de una variedad abrumadora de trucos. Como vimos, es capaz de volar, reproducir sus recuerdos en un holograma interactivo y borrar parte de la memoria, tanto de su propia mente como la de otros. También puede manipular los elementos para, por ejemplo, refrescar la casa en un día abrasador de verano, abrir un portal en el que guardar su equipo (una ingeniosa manera de explicar la capacidad de carga de inventario tan desmesurada que hay en este tipo de universos) o cambiar de apariencia física, si bien ese último es especialmente peligroso para quien lo usa. Si se pasa uno mucho tiempo bajo la forma adquirida, su mente irá cambiando paulatinamente en concordancia con ésta. Todo ello es de uso cotidiano, pero también tiene aplicaciones de combate en el otro mundo.

Ese “en apariencia” no lo he puesto ahí por casualidad. Y es que, en realidad, todos esos poderes derivan de uno solo: la posibilidad de hablar y entender cualquier lengua tan sólo con entrar en contacto con un hablante, y bajo ciertas condiciones. Es lo que llamó Wild Talker. Esa capacidad le permitió hablar el idioma de los espíritus que rigen los elementos, de modo que puede pedirles que intercedan por él. Eso sí, como favores e interpelaciones a los espíritus, cabe la posibilidad de que se enfaden si no se hace correctamente, con las terribles consecuencias que ello puede conllevar.

Las transformaciones dejan su impronta en la mente.

¿Orco o héroe?

Después de tanto aludir de forma indirecta a aquel mundo de fantasía épica, es hora de entrar de lleno en materia. Como ya expliqué, hace diecisiete años, cuando tenía la edad de diecisiete, Yōsuke fue atropellado por un camión. Si bien aparentemente perdió la consciencia, de algún modo parte de su ser se desdobló en una dimensión paralela. Por desgracia para él, la barrera del idioma (antes de adquirir el Wild Talker) no fue el mayor de sus problemas. Por lo que se ve, en ese mundo no existe la gente fea. La fealdad, de hecho, únicamente está presente en las criaturas malignas. Es por ello que los lugareños tomaron al poco agraciado Yōsuke por un orco. De nada le sirvió aprender rápidamente su idioma para aclarar su condición de humano, pues no le creyeron. Esto daría lugar a múltiples persecuciones contra él.

Empezó en el otro mundo con muy mal pie.

No cabe duda de que odiaba ese Isekai, y no únicamente porque en él fuese todavía más paria que en el mundo real. En ese plano dimensional su amada Sega no existe, y encima todo lo que hay allí se parece irritantemente a un RPG, y Yōsuke aborrece los juegos de rol. Con todo, se sobrepondrá a las dificultades y utilizará los videojuegos de Sega tanto como meta por la que sobrevivir para abandonar ese terrible mundo (en concreto, una de las cosas que más desea es poder ver la última actualización del ranking del catálogo de la Saturn hecho por los fans) como para poner en práctica las lecciones de vida que cree haber extraído de sus juegos. Por poner un par de ejemplos, gracias a su hábito de leer el patrón de ataque de los jefes finales, pudo derrotar a un dragón sin usar la espada de hielo, que se suponía que era su punto débil. En segundo lugar, puede volverse carismático de pronto gracias a frases motivadoras y profundas, cuya fuente de inspiración es, nuevamente, de videojuegos como Puyo Puyo.

En este mundo pudo hacer lo más inaudito en relación al suyo: misiones cooperativas. Eso sí, siempre evitó dar su nombre real a sus compañeros. Todos sus alias se corresponden con nombres de jefes de su querido Alien Soldier (Wolfgunblood, Kuroki Tenma y Love Penguin).

Siempre se hace llamar como jefes de Alien Soldier.

Yōsuke Shibazaki y la elfa tsundere: una extraña relación

Como vimos, pese al rechazo mayoritario por parte de los pobladores del otro mundo debido a su supuesto parecido con un orco, su gran poder y carisma ocasional le granjearon la admiración de algunos aventureros, y algo más que eso en el caso de ciertas chicas, como Maybelle Laybelle (la portadora de la espada de hielo, que perdió su función cuando Yōsuke acabó con el dragón sin utilizarla) y Alicia Edelcia (una joven hechicera curandera). Pero, si hubo una compañera de aventuras y enamorada que destacó por encima de todas las demás fue la que Takafumi llamó elfa tsundere.

Yōsuke salvó a la elfa del dragón y le dio su sudadera (aunque más adelante intentaría arrebatársela).

Se trata de una elfa ducha en el uso de armas mágicas que nuestro protagonista conoció poco después de llegar al mundo fantástico. Debilitada en una dura pelea contra un enorme y poderoso dragón, Yōsuke acudió al rescate asestándole el golpe de gracia. Como la ropa de ésta se encontraba ajada, le dio su sudadera para taparse (eso sí, más adelante quiso recuperarla, incluso tratando de quitársela por la fuerza cuando ésta se negó). Esta elfa se sintió en deuda con él y procuraba seguirle la pista todo lo posible. Su afecto lo revestía con frialdad y actitud desdeñosa, llamándole “cara de orco”, entre otros insultos. Debido a ello, Yōsuke se refiere a ella como su acosadora y mayor rival, pese a que le salvase de la turba y guarde con cariño el anillo que le dio para que lo vendiese. Takafumi atribuye su ceguera con sus sentimientos a que ese arquetipo tsundere (el perfil de personaje que tiene esa actitud) no se popularizó hasta después de su accidente, pero en realidad se junta el hambre con las ganas de comer, pues de todos modos no es capaz de captar las mentiras ni las insinuaciones más obvias de la chica (además de que ya conocía a Asuka de Evangelion, considerada por muchos como la precursora de las tsunderes).

Takafumi y su amiga nunca se acostumbrarán a la ingenuidad de su tío.

Al ser dos grandes hechiceros, están condenados a entenderse en batalla, y, de hecho, pueden llegar a formar un equipo imparable hasta con los rivales más temibles.

Yōsuke y la elfa formando equipo en batalla.

Conclusión y recomendaciones

Yōsuke Shibazaki es una persona cuyo interés desmedido por las consolas de Sega no puede ser calificado de otra forma que como monotemático. El accidente que sufrió hace diecisiete años, a la edad de diecisiete, le provocó un largo coma que le mantuvo apartado de los acontecimientos que sucedieron desde entonces (entre ellos, la retirada de Sega del mercado de hardware), pero en realidad parte de su ser se materializó en un mundo de fantasía épica de magia y espadas. Allí fue sometido a persecuciones sistemáticas al ser confundido con un orco debido a que, en ese plano, la fealdad es exclusiva de criaturas malignas, y él resulta físicamente poco agraciado, pero su poder Wild Talker le permitirá dominar un amplio abanico de hechizos y salir victorioso de infinidad de aventuras.

De hecho, me recuerda un poco a Saitama de One Punch Man. Es un personaje que escapa del clásico cliché de buscar convertirse en el más fuerte, puesto que ya lo es, y al resto tan sólo le queda admirar su superioridad (o ignorarle o subestimarle completamente). Él se conforma con tratar de regresar a su mundo para seguir disfrutando de sus consolas de Sega. Una vez logrado, se dedicaría, además de eso, a ganarse un dinerillo como youtuber y contar sus batallitas a su sobrino Takafumi y a la amiga de éste (Sumika Fujimiya).

Ahí donde le vemos, Yōsuke es tremendamente poderoso y actúa con valentía en combate.

Este manga me sorprendió por la cantidad y variedad de géneros que combina. Es muy costumbrista, pues cuando la acción se centra en el mundo real, a menudo describe la sociedad del Japón de hoy y la pone en contraste con la época que vivió el desubicado Yōsuke, contando, además, con una gran cantidad de referencias del mundo de la cultura popular en general y de los videojuegos en particular (y, más específicamente, de Sega). Al mismo tiempo, los flashbacks nos ofrecen un panorama de fantasía épica con sus aventuras y algún combate. Todo ello, aderezado con cierta dosis de humor absurdo. Conforme avanza la trama, irán adquiriendo cada vez más peso el componente ecchi (erótico) y harem (género que se resume en un ejército de chicas monas yendo detrás del protagonista). No pocas veces, las situaciones subidas de tono son generadas por el extremadamente inapropiado sentido de la cortesía de Yōsuke. Si te gusta todo esto, estás de enhorabuena. Si no te va el ecchi ni el harem, pero puedes pasarlo por alto, lo encontrarás disfrutable. En caso de que únicamente te guste el costumbrismo y las referencias a videojuegos, tras la primera decena de capítulos seguramente se te haga cada vez más cuesta arriba hasta que lo dejes. Antes de hacerlo, te recomendaría que mirases el capítulo 50. No hay nada de ecchi, harem ni batallas fantásticas. Es todo videojuegos y nostalgia.

En el momento de la publicación de este artículo, todavía no han sacado versiones oficiales en español editoriales tipo Norma, Planeta DeAgostini ni ninguna otra, por lo que únicamente quedan los fansubs.

El ecchi y harem, a menudo forzadísimo, no falta en esta serie.

Por otra parte, existe un anime de 13 capítulos que tuvo una emisión irregular debido al covid, entre otros factores. Producido por Atelier Pontdarc, es fiel al manga en un 99%, y su último capítulo, hasta la fecha, equivale al 33 de éste. Puede verse en Netflix, por lo que sí que cuenta con traducción oficial, doblaje incluido.

Su cara de felicidad «seguera» en manga y anime.

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