Nombre:
Superlópez
Nombre real:
Juan López (Jo-Con-Él en el planeta Chitón)
Otros alias utilizados:
Super, medianía
Primera aparición:
Humor siglo XX #2 (1973)
Creador:
Jan

A principios de febrero de 2022, Jan, nombre artístico de Juan López, decidió clausurar la serie que le dio fama, Superlópez. Esto se debió a las bajas ventas que tenían sus álbumes en los últimos tiempos, lo cual acrecentaba su desánimo año tras año. Aunque, de todos modos, debido a su avanzada edad (82 años) ésta no habría podido prolongarse mucho más, al menos hubiese podido celebrar su 50 aniversario en activo, que iba a ser en 2023 (el hecho de que no haya esperado tan sólo un año para terminar con ella, aprovechando la efeméride, demuestra que eso es lo de menos para el maestro Jan).

Por lo que a mí respecta, desde entonces se me quedó una espina clavada, ya que desde esta humilde web no le hicimos el homenaje que merece. Y de eso soy el único responsable, pues en Combogamer soy yo quien trata las cuestiones relacionadas con la escuela Bruguera. Ahora bien, no me veo capacitado para hacer emprender un extenso recorrido a lo largo de toda su trayectoria editorial, pues no soy un profundo conocedor de la misma. Durante mi infancia acopié muchos más tebeos de Mortadelo y Filemón que de Superlópez, el cual, si bien me gustaba, nunca dejó de tener un papel secundario con respecto a la serie de Ibáñez. Más adelante, en la edad adulta, en el terreno del cómic me centré en las novelas gráficas y series manga más o menos breves (y conocer algún que otro personaje Bruguera caído en el olvido, como sabrán los lectores más veteranos). Además, ya hay por internet multitud de artículos de ese estilo, empezando por la propia Wikipedia.

Por lo tanto, he decidido resucitar nuestra mítica sección «conociendo a…” para aportar al lector algunos trazos generales sobre su entrañable protagonista (y pese a todo, me quedará bastante extenso para los estándares de esta sección). Eso sí, ya anticipo que el homenaje no terminará con este artículo. Pero eso es algo que veréis en el futuro.

El Superlópez no canónico

Primera etapa: Humor siglo XX

Antes de las aventuras que todos conocemos, existió un Superlópez “no canónico”. Y no surgió directamente en Bruguera, aunque ésta fuese la responsable de su “resurrección”. Los primeros pasos de nuestro superhéroe patrio tuvieron lugar allá por 1973 en la modesta editorial Euredit, en la colección Humor siglo XX. En la que Antonio Martín (editor de la misma) llamó «primera etapa» en su texto en El Génesis de Superlópez (Olé #13), vemos ya a un (Super)López con los mismos rasgos básicos a nivel físico que en su consagración: bigote, nariz muy prominente, pelo negro bien peinado y gafas, al menos, si no no muestra su identidad secreta. Cuando lo hace, luce un traje con los mismos colores que Superman (al menos en la portada, pues los dibujos del interior eran en blanco y negro), incluyendo su capa roja, sus calzoncillos negros por fuera y su estilizada S amarilla sobre fondo rojo en el pecho de su camiseta azul. Eso sí, de lo holgado que es (como se apreciará cuando un grafismo más elaborado saque a relucir sus pliegues), sumado al hecho de no calzar botas, pareciese que llevase un pijama. Tampoco ayuda su constitución física normal y corriente, en las antípodas del cuerpo musculado de los superhéroes de Marvel y DC.

En ocasiones da la impresión que Superlópez no es más que una válvula de escape a sus frustraciones cotidianas.

Si a nivel físico las bases están sentadas, no puede decirse lo mismo de todo lo demás. En este estilo mudo y sumamente breve de sus historietas apaisadas vemos a un gris y anodino oficinista que no destaca en nada de la masa y que, abrumado por sus asfixiantes responsabilidades cotidianas, trata de escapar imaginándose que es un superhéroe. En las que parece serlo de verdad el patetismo no es mayor, pues termina con un giro catastrófico o simplemente inesperado, pero cargado de ironía hacia el cliché del superhéroe en su contraste con el mundo real.

Segunda etapa: el Superlópez “brugueresco”

La segunda etapa de esta era no canónica, que denomino como “brugueresca” mantiene a los dos personajes secundarios que acompañaron a nuestro protagonista en Euredit. Por un lado, su mujer, la típica esposa algo entrada en kilos y con peinado a base de rulos que se dedica a agredir y tiranizar a su marido que vimos en alguna ocasión en Bruguera. De hecho, su relación me recuerda a la que tenían Don Pío y su mujer en la primera etapa de la serie. Aunque a veces le alienta a ayudar a los demás, siempre termina reprendiéndole por desatender sus compromisos.

En segundo lugar, está su jefe, que, también como resulta habitual (véase Tribulete, por ejemplo), destaca por su carácter autoritario y agresivo. Calvo, corpulento, con bigote y gafas, su aspecto y personalidad no resultan muy diferentes al del jefe de su fase canónica, salvo que con el pelo negro.

Su oficio superheroico le acarrea problemas matrimoniales.

Por lo demás, no puede buscarse demasiada continuidad. Mientras que en algunas historietas todos conocen su identidad secreta (los criminales le llaman a su casa, su jefe le riñe por ejercer de superhéroe estando enfermo, etc.), en otras nadie sabe quién es, salvo su mujer (¡una vez, como mínimo, hasta aparece con gafas como Superlópez!). Por otra parte, sus poderes parecen estar más o menos claros (superfuerza, supervista y superoído), cabe destacar que sus superpoderes son causados por su traje, hasta el punto de que otra persona puede adquirirlos si se lo roba, o puede llegar a perderlos si se lava con el detergente equivocado (esto cambiará en la siguiente etapa, aunque no del todo, como veremos).

En 25 años de Superlópez (Olé #33) podemos ver cómo en su “identidad pública” se llama Clark López (siendo además reportero como Clark Kent, en un periódico del brugueresco nombre de La Bola), en una vieja historieta en la que, pese a que sigue con rasgos muy Brugera, ya se aprecia cierta transición en trama y complejidad. La mano de Efepé comenzaba a hacerse notar.

En esta historieta se puede ver cierta evolución.

El Superlópez canónico

Origen y poderes

El “canon” de la serie comienza con la historia corta El origen de Superlópez (dentro de Las aventuras de Superlópez, Olé #1) en el que se revela que es oriundo del planeta Chitón y fue bautizado como Jo-Con-Él, en clara parodia del planeta Kripton y el nombre Kal-El de Superman (en 25 años de Superlópez, el mismo personaje cuenta que fue hace cientos de años, pero, conociendo a Jan, no sé si tomarlo literalmente). Siendo muy travieso como bebé (provocó varios desastres en el laboratorio de su padre), además de ya bigotudo para entonces, se coló como polizón en una astronave que envió de algún modo rumbo a la Tierra. Allí fue adoptado por el anciano matrimonio López, de Lleida, donde fueron conscientes desde el primer momento de su gran fuerza (rompió la mano a su padre adoptivo nada más conocerle, sólo por juguetear con ella). Después de abandonar sendos oficios por el odio de sus compañeros debido a que, por su supervelocidad, les dejaba sin trabajo, terminó como oficinista.

En Chitón, daba muchos problemas a su sufrido padre biológico.

Son muy variados los superpoderes que posee. Puede volar (haciéndolo con el índice y el meñique extendidos, como el gesto de los cuernos, en contraposición con los puños cerrados de Superman), y cuenta con su superfuerza, supervelocidad, supervista (con la que puede desde ver a través de las paredes a fundir cualquier objeto), y superaliento (que hasta tiene propiedades congelantes) como poderes más destacados y recurrentes. Por si fuera poco, capaz de aguantar indefinidamente en el espacio. Aunque se ha establecido que esto es debido a su naturaleza extraterrestre, y, de hecho, puede verse cómo los usa vestido de calle, en algunas contadas ocasiones es incapaz de usar sus poderes sin su traje. Jan no da importancia a esta falta de continuidad, y lo atribuye a necesidades del guion.

Hay un detalle que no me ha parecido ver en ninguno de los artículos que he leído, pero que siempre me llamó mucho la atención, y es que, pese a la enorme resistencia de Superlópez, no es invulnerable. Resiste cualquier, cosa, sí (por ejemplo, le rebotan las balas), pero siente dolor. A menudo protesta, destacando entre todos sus rezongos su famoso “cachis la mar” (un homenaje al humorista del siglo XIX Sáenz de Hermúa, alias Mecachis, según el propio autor), brotan de él las típicas estrellitas de dolor y presenta muy a menudos chichones que lleva incluso en algunas portadas (algo que me llamó de pequeño la atención, pues en Mortadelo y Filemón apenas duraban un par de viñetas como mucho). Los chichones, de hecho, creo que se han convertido en un recurso gráfico más. En todo caso, esto hace que, incluso en su faceta superheroica, resulte un personaje más humano con el que sea más fácil empatizar. Además de que, en mi opinión, es de lo más Bruguera que le queda a la serie, que recordemos que basa buena parte de su humor en las desventuras del protagonista.

El superaliento es un poder de lo más polivalente.

Evolución estilística

Bajo la identidad de oficinista, Juan López (Jan asegura que se llama como él por casualidad) comienza esta etapa con una estética muy similar a la anterior. Con gafas y pelo relamido con raya a un lado, se trata de alguien con un aspecto de lo más común que le hace no destacar en absoluto entre la multitud. Con el transcurso de las historietas, y en pro de ir en concordancia con el estilo dinámico y más o menos realista del grafismo, tanto éste como su personalidad secreta fueron apareciendo cada vez más despeinados, hasta que directamente el autor optó por caracterizarle con el pelo ondulado, creo que desde En el país de los juegos, el tuerto es el rey (Olé #12). Además, hacia la mitad de la serie muestra canas en las sienes.

Adiós a las gafas,

Con respecto a las gafas, se trataba de un paralelismo más con Clark Kent, pero se puso fin a éste cuando se rompieron en La caja de Pandora (Olé #8) y nunca más volvió a llevarlas (aunque al menos se molestó en dar una explicación en lugar de suprimirlas sin más). Si ya de por sí es llamativo que nadie reconozca la verdadera identidad de Superman por el hecho de que se limite a quitarse las gafas, más resulta aquí, que dejó de contar con ese complemento. Por eso es gracioso cuando se juega con ese concepto, como cuando Luisa no reconoce a Jaime cuando éste, En el país de los juegos, el tuerto es el rey, se disfraza con un traje imitando al de Superlópez; en Otra vez el Supergrupo (Magos del Humor #156), cuando Escariano Avieso hace olvidar a la gente quién es Superlópez (y Juan López), Jaime le dice que cómo no va a saber que es él sólo por “ponerse un pijama” (¿aquello que impide que le reconozcan se perdió en ese proceso?); o cuando Bruto, del Supergrupo, le pregunta en El Supergrupo contra los Demoledores (Magos del Humor #169) cómo es posible que nadie se dé cuenta, si ni tan siquiera se cambia el peinado (por alguna razón ellos sí pueden reconocerle).

Mención aparte merece el logotipo de la S. De su forma fina y estilizada sobre fondo rojo que mencioné más arriba pasó a ser una simple S de trazo grueso que cubría casi toda la parte superior del traje. Al parecer se debió a los inconvenientes que puso DC por su excesiva similitud con la de Superman, pero la verdad es que va mucho más acorde con el estilo “de andar por casa” de su vestimenta superheroica. Esto ocurrió muy pronto, desde La Caja de Pandora (Olé #4), e incluyeron a posteriori esa grafía en las portadas de los números previos.

Cambiaron a posteriori las S de las portadas (que no de las páginas interiores).

El mundo de Superlópez

Su célebre lapsus.

Pese a las importantes mutaciones que experimentó a lo largo de la serie, hay algo que se mantiene constante desde aquel Superlópez mudo de Euredit: sigue siendo un tipo corriente, un humilde contable barcelonés de la empresa Llauna Films que madruga para ir al trabajo y que no deja de estar a merced de la incertidumbre cotidiana. El lado cómico de esta faceta más costumbrista es cuando pide un café con leche y un croissant en la ventanilla del metro, y viceversa, o cuando se declara hincha del Parchelona.

Del mismo modo, y pareciéndose algo a lo que le sucedía en su etapa brugueresca, compaginar su identidad secreta con sus quehaceres cotidianos tampoco está exento de problemas. En este caso no está casado, pero sí tiene novia, tras conocerla en Contra el Gladiador Galáctico (una de las aventuras cortas del primer volumen). Se trata de Luisa Lanas (paralelismo evidente con Lois Lane), quien no sólo conserva el mal carácter de su no canónica homóloga, sino que se lleva fatal con su faceta superheroica, al que llama “medianía”, “supermedianía” o “supermedianíadeacero”. De hecho, resulta muy cómico que, con la capa puesta, estén siempre como el perro y el gato. Lo mismo puede decirse de su autoritario jefe, que cuenta con la ayuda del chivato, pelota y trepa Jaime González (cuyo nombre recuerda más vagamente a Jimmy Olsen, compañero de Clark Kent) para hacerle la vida imposible en el terreno laboral (por suerte para él, este último cambió desde Viaje al centro de la Tierra, #10).

Su primer encuentro con Luisa fue amor a primera vista.

No puedo detenerme en la relación que tiene con todos y cada uno de los personajes de la serie sin que este artículo se haga mucho más largo. Tampoco con los villanos. Eso sí, con respecto a los últimos sí puedo decir que, si bien en un primer momento prácticamente todos encajaban con el perfil de supervillanos de cómic y más tarde no faltan oponentes alienígenas o entidades sobrenaturales, sus enemigos que más veces hacen acto de aparición son bandas de delincuentes corrientes (la banda de Al Trapone, la de Refuller D’abastos o Lady Araña). Escariano Avieso, por su parte, encaja más con los científicos locos propios del género, aunque él mismo no adquirió ningún poder especial.

Por último, faltan por mencionar un par de curiosidades. La primera es que Superlópez posee un homólogo a la fortaleza de la Soledad Soledad de Superman. Se trata de Villa Soledad, construida tras darse de bruces una y otra vez contra los glaciares del Polo Norte en su pelea contra el robot Chiclón (otra aventura corta del primer volumen). Lejos de quedar como una mera anécdota de esta primera etapa de mayores referencias a Superman, volvió a aparecer muy esporádicamente hasta bien avanzada la serie.

Villa Soledad sirvió de refugio a un par de extraños amigos de Superlópez.

Como segunda curiosidad, destacaría su presunta paternidad con los gemelos Superlópez, unos niños pequeños con traje y superpoderes. Si bien en 25 años de Superlópez (Olé #33) se juega con esa posibilidad, en una entrevista muy posterior, Jan declara que no fueron más que un encargo para relanzar la revista Zipi y Zape que no terminó de cuajar, y criticó a los lectores por dar demasiadas vueltas a las cosas.

Conclusión y recomendaciones

Superlópez es mucho más que la parodia española de Superman. Desde sus inicios en la editorial Euredit y sus andanzas más bruguerescas hasta el final de su publicación fue un tipo corriente con el que el lector empatiza fácilmente. Como el común y corriente oficinista, Juan López nos hace esbozar media sonrisa cada vez que pide un café con leche y un croissant frente a la ventanilla del metro o se ve en apuros para llegar a una cita con Luisa o acudir puntual al trabajo debido a una misión superheroica. Como Superlópez, muestra su lado humano incluso cuando las balas rebotan contra él y un objeto de grandes dimensiones cae su cabeza. Sale con vida, pero con un chichón y rezongando “cachis la mar”, mientras alza el vuelo extendiendo no sólo los brazos, sino su índice y meñique a modo de cuernos.

A Jan nunca le gustaron los cómics de Superman. Es más, en Un camello subió a un tranvía (Olé #20) ironizaba con su poco conocimiento del género superheroico, mientras conversaban sus personajes en una ruptura de la cuarta pared. Durante una entrevista, dejaba claro que los consideraba “parte de una cultura que no es la nuestra, pero que es fuertemente invasiva como la CocaCola y los McDonals, y aquí está”. Por ello, le trató de otorgar un sello propio y característico que rebasase ese marco referencial. A juzgar por lo expuesto hasta aquí, yo creo que lo consiguió.

López como «portavoz» de Jan ante personajes y lectores.

Seguir la colección de Superlópez en cuanto a volúmenes individualizados es un poco más lioso de lo que pueda parecer. La última edición de Olé Superlópez de ediciones B (cuadernillos de tapa blanda de 64 páginas) sólo llega hasta el número 37 (El dios del bit), y además están ya viejos y seguramente sean relativamente difíciles de encontrar. Le sustituyó Fans Superlópez, que reeditó los de la antigua colección hasta el 15, dejando una laguna entre éste y el número 38 (El caserón fantasma), llegando hasta el 56 (El virus de Frankenstein). Pese a ser más recientes que Olé, ya van cumpliendo años y no pondría la mano en el fuego de que todos sean fácilmente localizables. Desde allí hasta Sueños Frikis, su última aventura, aparece en Magos del Humor (48 páginas en tapa dura). Ahí la cosa se complica, pues tiene su propia numeración al mezclar varias series (la mencionada aventura es la 87 de Superlópez, pero el número 213 de Magos del Humor).

Por lo tanto, la forma más sencilla de seguir la serie en toda su continuidad es con los Super Humor Superlópez, libros de tapa dura que incluyen varias aventuras. Son 23 números y llega hasta el final de las andanzas del supehéroe de Jan.

Primer tomo de Super Humor Superlópez.

Debido a lo difícil que resulta acceder al librito de Humor siglo XX de Euredit y a la segunda época de Tío Vivo, que es donde está toda la fase no canónica, recomiendo El génesis de Superlópez (Olé #13 o Fans #13), donde además fueron coloreadas, y 25 años de Superlópez (Olé #33). Son selecciones, es decir, no está todo lo que existe de esa etapa, pero algo es algo. En Cachislamar.com, por su parte, están recogidas el resto de historietas de Euredit que no fueron republicadas en el número 13. Asimismo, en El gran libro de Superlópez es el más indicado para quien quiera más conocimiento en bruto, pues en él Antoni Guiral desgrana muchos pormenores de la serie.

Fuera del cómic, Superlópez ha hecho dos apariciones en formato audiovisual. La primera fue en un brevísimo cortometraje de menos de tres minutos titulado Contra el robot de bolsillo (2003) dirigido por Enrique Gato, creador de Tadeo Jones. Este corto animado en 3D no es una maravilla, pero transmite el espíritu del cómic y, al ser tan breve, no penderéis demasiado tiempo de vuestra vida en verlo. Está disponible en Youtube.

La animación del corto no será una maravilla, pero en los detalles se ve el cariño que le puso el creador.

Por último, está Superlópez (2018) la película de acción real dirigida por Javier Ruiz Caldera (que ya había dirigido Anacleto: agente secreto, una adaptación de otro clásico de Bruguera, cuya similitud apenas estriba en el título del filme) y protagonizada por el aparentemente omnipresente Dani Rovira. No tenía ninguna intención de verla, pero me obligué a ello por una especie de sentido del deber para con este artículo. Ninguna sorpresa en relación con las críticas en sitios como Filmaffinity. Me ha parecido mediocre como película y aún peor como adaptación. No le llega ni a la suela de los zapatos al cómic. De hecho, no sé qué hace en este apartado de recomendaciones. En todo caso, si alguien se empeña en verla, lo que recomendaría es hacerlo con las expectativas bajas. Puede que así la disfrute algo.

No es la peor película basada en un cómic, pero recomiendo verla con precaución.

 

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