Como ya sabrán nuestros más asiduos seguidores, en Combogamer hemos querido adaptarnos a los tiempos que corren, de actividad continua en las redes sociales con contenido breve, directo y regular, para lo cual hemos ido publicando entradas diarias en los medios que más utilizamos. A veces forman diferentes partes de un trabajo mayor (el que dio lugar a los artículos de Xenoblade 2 o The Binding of Isaac Rebirth, por ejemplo), mientras que otras tienen un hilo conductor basado en un tema preferido por tal o cual redactor (las múltiples entradas de Carlos relacionadas con STALKER, sin ir más lejos). Pero hemos querido ir un poco más allá e incluir un elemento de coordinación más avanzado a nivel temático entre los redactores, y de paso ayudarnos a la hora de obtener inspiración, al mismo tiempo que, en retroalimentación con la web ir compilando las mismas en un artículo conjunto.

Y es así como nació esta nueva sección El Tema del Mes, que, como se podrá observar, recuera la tradición más genuina del Combogamer primigenio en lo referente a artículos colectivos. Una sección que inauguramos con un tema no excesivamente original, pero que da muchísimo juego: la nostalgia por tiempos pasados, con determinados elementos de la cultura pop como catalizador. Esperamos que lo disfrutéis.

La tostadora valiente (1987), un pedacito de mi infancia

Por Alf

Todo “millenial” que se precie ha crecido con los grandes clásicos de animación de Disney, y mi caso no es una excepción. Lo que sí puede ser más curioso es el hecho de que la película que ha dejado una huella indeleble en mí, la que se me ha quedado grabada más a fuego en mi memoria y que recuerdo con más cariño, es una desconocida en comparación con aquellas grandes producciones. Es más, ni siquiera está hecha directamente por Disney, sino que delegó en Hyperion Pictures, y, ciertamente, se nota (en mi opinión, para bien). Me estoy refiriendo a La Tostadora Valiente.

Lo cierto es que conocí esta película a través de su secuela, cuando la vi anunciada en un pack junto con otra cinta, y sirvió para que me picase la curiosidad por ver la primera. La encontré en un videoclub cerca de la antigua casa de mi tía, y me fascinó hasta tal punto que no mucho después me la compraron (y ahí sigue). En pocas palabras, me pareció una maravilla. Los conflictos entre los personajes, de personalidad bastante dispar, eran una constante, y el concepto de la muerte, si bien no era ajeno a obras de la época, como se vio en En busca del Valle Encantado o El Rey León, pero aquí era mucho más recurrente. De hecho, el largometraje en sí está impregnado de trasfondo existencialista y ciertos elementos tétricos, lo que, en combinación con una banda sonora onírica y evocadora, me cautivaba. Además, aún hoy tengo sus cancioncillas en la cabeza.

Termino con el apunte de que constituye un precedente de Toy Story, no solamente por estar protagonizado por objetos inanimados (la propia Tostadora, Lampy, Manty, Kirby –una aspiradora gruñona, no la bola rosa de Nintendo- y Radio) y tenga elementos argumentales comunes, sino que personas que integrarían el equipo de Pixar o de la propia Toy Story, como John Lasseter, eran parte del proyecto. De hecho, hubiese tenido elementos de animación por ordenador si los de Disney no bubiesen sido tan tacaños dotándoles con los recursos justos.

Cualquier tiempo pasado fue mejor… Si son los 80-90

Por Serenion

Hoy, querido lector, tito Serenion te compadece. Te compadezco si no naciste en la mejor época, entre los maravillosos 80 y 90. Te compadezco si no tuviste esa Telefunken con acabados en madera, si no intentaste meter ese sándwich de Nocilla en el vídeo, si no soplaste el cartucho de Arkanoid o si tu hermano no intento hacer inalámbrico el mando de Atari 2600 con unas tijeras.

Porque mi generación es como un recopilatorio de cosas maravillosas. Como ese cassette en el que aunabas The Stranglers con Marillion. Nosotros vimos nacer a Sonic, Bon Jovi nos cantó al oído Livin’ on a Prayer, vimos a Íñigo Montoya vengar a su padre, volamos a lomos de Fujur, fuimos soldados en la guerra de consolas, nos comimos mil flashes en verano, pasamos de cartucho a CD, buscamos la verdad ahí fuera junto a Mulder y nos dejamos los ojos los viernes noches viendo Canal+. Bollicaos, tigretones, bonys y panteras rosas. Jurassic Park. Magia pura.

Por todo esto y una infinidad de cosas más te compadezco. Porque si no viviste esto, te has perdido un mundo más original, más auténtico. Un mundo mejor, mucho mejor. Cómo lo echo de menos.

Sí, hubo un muñeco del malvado Doctor Gang

Por Alf

Muchos de los que rondamos la treintena (como mínimo) hemos crecido con la serie de El Inspector Gadget, un detective que en teoría lo tenía todo para ser un intrépido agente capaz de resolver cualquier caso sin despeinarse, pues era una especie de ciborg que contaba con múltiples mecanismos o gadgets para sortear toda dificultad. Digo “en teoría”, porque en realidad su carácter ingenuo y despistado le hacía un completo incompetente, y tenían que ser su sobrina Sophie y su perro Sultán los que le sacasen las castañas del fuego.

El villano al que ha de enfrentarse en cada episodio es el malvado Doctor Gang (Doctor Claw en el original), un misterioso personaje del que sólo se muestra su guantelete metálico con pinchos. Esto hacía que cada cual se lo imaginase a su manera, y es fácil suponer que esa era la idea de los creadores, que no contase con un diseño definido. Con todo, sí que existen, como mínimo, un par de ejemplos donde este supervillano aparece de cuerpo entero y a cara descubierta: El muñeco oficial de la serie y el juego de SNES. Al ser de dos compañías distintas, es lógico pensar que era la que tenían en mente los creadores de la serie. En una genialidad de los encargados del márketing, nos encontramos con que su rostro aparece tapado en la caja, y sólo abriéndola sería posible verlo.

En el artículo redactado por el compañero Martín a finales de 2018 sobre curiosidades de figuras de series ochenteras podréis ver la cara del misterioso Doctor Gang si así lo deseáis (la foto está oculta en spoiler) así como conocer más curiosidades de merchandising de otras series. Yo, personalmente, prefiero que siga dentro del terreno de mi imaginación.

Los Serrano y las noches de palomitas

Por Paqui

Los Serrano, esa serie de la que todo el mundo se acuerda y que nos ha marcado a muchos. Ubicada en el barrio de Santa Justa, Madrid, trata de la vida de la familia Serrano, donde el cabeza de familia, Diego, y su hermano Santi regenta una taberna. Diego se emparejará con Lucía, uniendo a sus tres hijos con las dos hijas de ella en la misma casa.

Esa serie se reparte en 8 temporadas con casi cerca de 150 capítulos. Todos nos acordamos de Eva, Marcos, Curro, Tete y Guille. De esa relación medio imposible de Eva con Marcos, de la canción que este le dedicó a ella y miles de momentos más sin dejar atrás la escobilla con la que Diego regañaba a su hijo Guille…

Qué época esa, en la que querías «trasnochar», sí, digo trasnochar por que en esa época yo tenía que luchar contra mi sueño y pocas broncas me llevaba para que me acostara, que al día siguiente había cole… Qué tiempos, que noches en familias entre risas y palomitas, ese recuerdo me sabe a felicidad.

Super Mario Land y el equívoco con el país de Daisy

Por Alf

Super Mario Land representó para mí todo un hito en lo referente a mi faceta como nintendero. Como me pasó con La Tostadora Valiente, lo conocí a través de su secuela, a la que jugué en casa de un amigo (y me vició tanto que me extralimité, debo reconocerlo), y, al igual que en aquella ocasión, sentí curiosidad por probar el original. No voy a ahondar en detalles porque tengo sendos análisis de ambos juegos que algún día reflotaré en Comboarchivo, pero la primera impresión fue bastante negativa. Gráficos mucho más burdos que el 2 (el cual era un portento para la consola de bolsillo), no poder volver sobre tus pasos, tener que empezar de cero si llegabas a la pantalla de Game Over o apagabas la consola… Pero, en cualquier caso, con los años lo aprecié por lo que es, un Mario con características únicas. Además, fue el juego que acompañó la compra de mi Game Boy Pocket, la primera de una larga lista de consolas de Nintendo que me acompañaron hasta hoy.

Pero os voy a contar una curiosidad: toda la vida he estado equivocado con el nombre del reino donde tiene lugar el juego. En ese ritual que me parecía tan mágico como era leer el manual del juego (que completaba aquello que el juego no era capaz de transmitir por sus limitaciones técnicas), creí saber, disléxico de mí, que el país se llamaba Sasaraland. Así lo puse en todos y cada uno de los análisis que publiqué en diferentes medios. Pero no. Gracias a la bofetada de nostalgia que me propinó el vídeo de Terminalmontage sobre el Emisario Subespacial, donde aparece fugazmente dicho reino, me di cuenta que era SARASALAND, nombre que (al margen del chiste malo al que se presta en castellano) desde luego resulta más pronunciable.

Cómo conocí a vuestr… digooo… A Mortadelo y Filemón

Por Alf

Por lo que a mí respecta, el Tema del Mes (la nostalgia) quedaría incompleto si no escribiese sobre Mortadelo y Filemón. Esta saga de tebeos del maestro Francisco Ibáñez ocupó un lugar en primera fila entre mis intereses destacados en mi infancia. Mi afición por las andanzas de los detectives de la TIA comenzó durante los primeros cursos de Primaria. En una hora libre de clases, la profesora proyectó El Armario del Tiempo, el último de los Festivales de Estudios Vara que ya mencioné en más de una ocasión en mis artículos (y cuyos VHS finalmente adquiriría años después). Creo que lo trajo un compañero. Es posible que ya lo conociese de antes, pero lo que es seguro es que ahí comenzó mi “flechazo”. No tardé en pedir mi primer cómic de la serie en el kiosco que había por entonces frente a mi colegio (que fue «Silencio, se rueda», que por entonces me pareció regulero, pues objetivamente era más adulto que la media, al ser una retrospectiva de la historia del cine). El primero de muchos más.

El humor catastrófico y disparatado, la enorme cantidad de aventuras que protagonizaron, el amplio repertorio de disfraces de Mortadelo… Es difícil saber qué es lo que más me atraía de esta serie, pero el cóctel de todo lo mencionado hizo que acumulase decenas de volúmenes, sólo una pequeña parte de la colección completa del prolífico Ibáñez, puesto que me atenía a la voluntad de mis padres a la hora de comprármelos. Mi fijación por ellos en ese terreno legó al punto de que cuando decía que “me gustaban los cómics” en realidad me refería a Mortadelo y Filemón en, como mínimo, un 90%. Una pena, por otra parte, puesto que había otras colecciones muy interesantes, pero cuando me daba por algo no cambiaba demasiado el foco.

Maratón de Las Super Nenas después de los deberes

Por Paqui

Uno de esos dibujos que todas las niñas veíamos son Las Supernenas, tres niñas con súper poderes: Pétalo, Burbuja y Cactus que fueron creadas accidentalmente cuando el profesor Utonio intentaba crear a la niñita perfecta. Ahora ellas dedican su vida a combatir a las diversas amenazas que invaden la ciudad de Saltadilla (lugar ficticio), así como diversos villanos (algunos recurrentes como: Mojo Jojo, El Peludito, la Princesa Masplata, etc) que intentan apoderarse de ella. También llevan una vida normal como cualquier niño.

Estos dibujos se estrenaron en el 98 en Cartoon Network, siendo de las series más famosas que tenían en la época.

Aún recuerdo cuando todas las mañanas mientras tomaba el Colacao, veía Las Supernenas y cuando volvía del cole, deseaba terminar corriendo los deberes para luego ver el maratón.

Mi primer PC o cuando el futuro pintaba mejor

Por Serenion

Mi primer pc fue un Pentium 1 que iba a 133ghz. Una carraca vieja que costó la friolera de 30.000 pesetas y que incluía nada más y nada menos que Windows 95. Pero eh, que venía con una Soundblaster 16 que hacía que se oyera de una forma que no había visto jamás.

Como todos los críos de mi tiempo, lo conseguimos con la excusa de la Enciclopedia Encarta. Daba igual que tuvieras ya tres enciclopedias más en casa y un atlas. Era digital y eso sonaba a futuro.

Por aquel entonces todos soñábamos con el futuro. Pero, oh querido lector, el futuro ya está aquí. Y es cuanto menos muy decepcionante. Sé lo que piensas, piensas que soy de esos carcas que opinan que cualquier tiempo pasado fue mejor. Pero ¿acaso me equivoco en este mundillo? Era un momento en el que no había internet en las casas. La información tardaba en llegar y se atesoraba como una alhaja que lleve en la familia 200 años. No había descarga digital, la distribución era muy inferior a la actual y el pc era mucho más complejo que una consola, por lo que los chavales que tenían uno tenían una especie de estatus superior entre los viciados de la época. La gente tenía la impresión de que mientras unos jugaban al Mario, al Sonic o al Final Fantasy ellos estaban en el Doom, el Lemmings o el Duke Nukem. Obviamente no era así, pero ¿no os molaba ser los que tenían un ordenador?

Claro que si. Os encantaba. Mientras unos luchaban contra una bruja con un sable pistola vosotros combatíais contra la Reina de Espadas o el Carnicero. Os enfrentasteis a Sarevok, empuñasteis la BFG, construisteis ciudades y gritásteis a los infieles vuestro Wololo. Instalasteis en vuestro disco duro dos juegos y un salvapantallas molón y os creísteis dioses. Disfrutasteis de todos los juegos que regalaron en las ininteligibles revistas de informática de la época. Todos y cada uno, incluyendo el Rising Lands y el Capitalism Plus.

Así que no te sientas culpable si ese juego de 60 euros que la gente goza te sabe a cenizas. Vienes de una época muy distinta en la que se jugaba de otra manera. Y la echas de menos. Igual que yo.

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