Cuando se habla de plataformas, siempre salen los mismos a la palestra. Mario, Sonic, Donkey Kong. En ese orden. Nadie duda. Hasta hace unos años.

Corría 2010 cuando se anunció el reboot de una saga que había perdido calidad con sus últimas salidas al mercado, protagonizadas por ciertos conejos que, por muy monos que sean, no iban a ninguna parte.

El reboot, por supuesto de Rayman, había sido anunciado en formato descargable y episódico. No tardó mucho en retrasarse, quedarse en stand by y estar a punto de ser cancelado. Pero, para bien de todos, tras todos estos problemas, finalmente salió al mercado, de forma tradicional, Rayman Origins.

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La vuelta de Rayman tuvo repercusiones, a pesar de que las ventas no fueron del todo satisfactorias. Ubisoft había enseñado su nuevo motor gráfico, el UbiArt, que para empezar hacía algo que ningún juego suele hacer: mostrar en las capturas la realidad. Por no hablar de su jugabilidad, a medio camino entre el plataformeo clásico de Super Mario Bros, la velocidad de Super Meat Boy y un pequeño toque musical de Bit Trip Runner. Ya no había solo tres contendientes: el chaval sin brazos había entrado para darle duro al fontanero, el erizo y el mono.

Y ahora, tras múltiples retrasos, idas y venidas, nos llega la secuela de este reboot. A primera vista, no ha cambiado nada. El mismo motor gráfico, las mismas mecánicas. Incluso los mismos títulos de crédito. Entonces empiezas a ver los primeros cambios. En principio el menú ha cambiado. Del clásico mapamundi hemos pasado a convertir el juego en un museo, un museo artístico, en el que cada escenario, cada misión, es un cuadro.

Junto con Rayman han vuelto sus amigos, tanto Globox como los diminutos. A éstos hay que sumarle las guerreras, que se van desbloqueando a lo largo de la aventura.

El que también vuelve es Murfy, aunque esta vez tendrá mucho más trabajo. Si juegas en solitario habrán misiones en las que se convertirá en el protagonista principal, mientras otro personaje se mueve por sí solo, llegando a ser en algunos momentos un runner con todas las de la ley. Esto cambia si juegas en multijugador, que pasa a ser una misión normal en las que necesitas que Murfy te vaya abriendo el paso.

Otro añadido interesante son los niveles musicales. Realmente no son muchos, tan solo cinco entre cien niveles que tiene la obra. Tampoco son difíciles, en absoluto. Aún con esto, estás deseando terminar cada mundo para poder llegar al nivel y terminarlo. Todas son canciones clásicas que un aficionado a la música reconocerá.

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Como he dicho anteriormente, el juego consta de cien niveles. Y he aquí un dato polémico: tan solo sesenta son misiones nuevas. Las otras cuarenta son misiones del Rayman Origins original, que habrá que ir desbloqueando mediante unos tickets, con los que además podrás adquirir mascotas coleccionables, lums o incluso algunos diminutos. Es curioso el reciclaje tan grande que se hace de misiones del juego anterior aquí. En cierto sentido está bien, dado que el diseño del primero era magistral. Cualquiera que llegue nuevo al juego las disfrutará tanto o más que las nuevas. Pero si has fundido de principio a fin el Origins, conocerás al dedillo absolutamente todo, incluido las zonas secretas, de estos mapas.

En general, el juego no entraña una especial dificultad a la hora de pasarte las misiones. Posiblemente con un poco de práctica podrás terminarlas todas de principio a fin sin morir. No hay vidas, abundan los puntos de control y los escenarios son relativamente rápidos de acabar. La dificultad radica en dos bases: los diminutos secretos de cada escenario, las misiones de invasión (que sustituyen el modo contrarreloj del Origins) y el último mundo, en el que todas las misiones musicales se convierten en verdaderas pesadillas en forma de 8 bits. Todo un golpe en los morros a aquellos que posturean acerca de que cualquier juego pasado siempre fue mejor.

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Sin embargo, no es oro todo lo que reluce. Su mayor fallo está en su concepción. El juego ha sido creado para WiiU, con funciones muy enfocadas a su mando tableta. Estas funciones quedan relegadas al joystick derecho en las otras plataformas, lo que convierte el uso de Murfy en algo muy engorroso. Además de esto, el otro error que se le podría achacar es también con nuestro amigo Murfy: el ritmo del juego, rápido y dinámico, se corta en las misiones en las que lo controlamos, cosas que no pasa si juegas en modo multijugador.

Aún con estos fallos estamos posiblemente hablando de uno de los mejores plataformas en 2D que han salido esta generación. Su dinamismo, su arte, su música… todo lo que convierte a Rayman en el juego que es hace que cada moneda que inviertas en este juego valga la pena. Además de esto es un juego que te dará horas y horas de juego si eres un completista. Sus cien niveles, su modo contrarreloj, el multijugador y los personajes desbloqueables harán que pases largo tiempo pegado al pad. Incluso si llega el momento del 100% te quedarán horas infinitas del modo desafío, que se actualiza diariamente para mantenerte enganchado.

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En definitiva, tanto si has probado el Rayman Origins como si llegas sin haberlo siquiera visto, es un juego más que recomendable para cualquier fan de los plataformas. Que no te de miedo soltar tu dinero por él.

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