[Conociendo a…] El científico loco de 13 Rúe del Percebe

Nombre:
Científico loco (no tiene nombre realmente)
Primera aparición:
Tío Vivo 2ª época #0 (1961)
Creador:
Francisco Ibáñez

Que la obra de Francisco Ibáñez es extensísima es algo de sobra conocido. En estos humildes homenajes al maestro hemos hecho apenas un esbozo. Las series de tebeos que dibujó fueron muy numerosas, y las aventuras largas de Mortadelo y Filemón lo son muchísimo más. Si le sumásemos las de la época previa a la TIA (que recordemos que comenzó con El sulfato atómico en 1969, más de diez años después de la primera página de estos personajes), esta producción sería ingente. Tal como dijo en su día el propio Ibáñez, llegó un momento en el que se vio dibujando la delirante cifra de veinte páginas semanales. Pero, en lo cualitativo, fue 13, Rúe del Percebe su mayor desafío. Y, si lo pensamos bien, es normal que fuese así.

Como comenté en el artículo de sus obras más famosas, este tebeo se ubicaba en un espacio fijo, un edificio en el que vive una comunidad de vecinos, cada cual en un piso que hace las veces de viñeta, y en cada uno de ellos había un gag, más todo lo que sucedía en el hueco del ascensor, la calle, o en cualquier rincón que se le ocurriese. Ninguna otra (salvo su “versión ampliada”, 7, Rebowlling Street) tenía tal cantidad de contenido concentrado tanto en la acción como en el número de personajes principales.

Poca broma con eso último, pues la lista es larga: un tendero timador, la portera, un veterinario, una casera, una anciana dueña de un montón de gatos, un ladrón de guante blanco y su mujer, una familia numerosa, un moroso que vive de okupa en un ático, un habitante de una alcantarilla, además de un gato y un ratón mal avenidos. Pero hoy me centraré en un personaje que tiene una historia especial: el científico loco del segundo piso.

El científico loco ha encontrado una mina de sujetos de experimentos.

El villano del vecindario

Una virtud del estilo de Ibáñez es su capacidad para definir gráficamente a la perfección a un personaje con tan sólo unos pocos rasgos distintivos. Para caracterizar a un sujeto verdaderamente vil, ruin y miserable, a menudo le presenta con una larga nariz terminada en punta, como si se tratase de un ave carroñera, acompañada de una diabólica sonrisa. Precisamente, es ese el apéndice nasal que gasta nuestro científico loco del segundo (si bien se le iría reduciendo con el tiempo, en paralelo con la estilización del grafismo del maestro), como lo es también la expresión facial que muestra la mayor parte del tiempo.

Por su aspecto físico, también llegamos a la conclusión a la primera de cambio de que se trata de un doctor o, al menos, un científico especializado en la biología. Y esto se debe tanto a su bata blanca como a su espejo frontal, el redondel metálico que lleva en la frente y que es parte de la imagen estereotipada y caricaturizada de los miembros del gremio.

La suma de estos dos elementos nos da la típica imagen de un científico loco. Y es el hecho de ser abiertamente un villano lo que le distingue del resto de vecinos. Aunque se especializa en crear todo tipo de monstruos (lo veremos en el siguiente apartado), realiza distintos ingenios para hacer el mal. En una ocasión, ideó una máquina de provocar terremotos que puso el edificio entero del revés.

En una ocasión, logró volver el edificio entero del revés.

Creador de abominaciones

Como hemos visto en el apartado anterior, este pérfido científico se dedica a elaborar las invenciones más variadas para causar el mal, pero su especialidad es la creación de todo tipo de abominaciones. En ocasiones, estos están formados por partes de distintos animales, y no le hace ascos a experimentar con seres humanos. De hecho, a través de un agujero en el suelo, en una historieta se dedicó a pescar a los desdichados realquilados que viven hacinados en el piso de la casera.

Con todo, es muy frecuente que sus criaturas no le salgan como él espera. Uno que se repite en varias ocasiones es el del monstruo de Frankenstein que no tiene aptitudes para aterrorizar al personal, ya sea porque quiere dedicarse a estudiar, se resfríe a la primera de cambio o, simplemente, sea un cobarde. Otras veces sus criaturas suelen ser tan fieras y mortíferas (e, incluso, gigantescas) que simplemente se vuelven contra él, dejándole en situaciones comprometidas. También suele salirle el tiro por la culata cuando prueba sus propios brebajes para obtener cualidades sobrehumanas y causa efectos indeseados (que sólo le crezcan las piernas cuando pretende convertirse en gigante, por ejemplo).

Los gags con su «Frankenstein» son bastante frecuentes.

La mudanza

Si el científico loco es un personaje especial dentro de 13, Rúe del Percebe no es únicamente por su faceta de villano, sino por ser el único que no perduró durante toda su trayectoria editorial. Esta serie de tebeos se publicó en Tío Vivo desde 1962 hasta 1970, es decir, durante la dictadura franquista. Una que, por si alguien no lo sabía, destacó por su integrismo religioso. Por lo tanto, los censores esgrimieron la doctrina de que únicamente Dios es capaz de crear vida para poner fin a este personaje, pues la idea de que hiciese lo propio con monstruos sería una suerte de sacrilegio.

Es ahí donde entró en juego otra peculiaridad de 13, Rúe del percebe. Las obras de Ibáñez suelen ser inconexas y no guardar mucha continuidad. Salvo por elementos como la evolución de su dibujo, es muy difícil saber si tal o cual historieta fue dibujada antes o después (al menos, hasta que se hicieron alusiones a temas de actualidad en Mortadelo y Filemón). Eso no ocurre con la obra que nos ocupa. Como toda la acción sucede a la vez, Ibáñez aporta progresión con gags que continúan de un tebeo a otro, y eso fue lo que sucedió con la retirada del científico. En lugar de hacerlo desaparecer sin más, como si nunca hubiese existido, su casa quedó vacía hasta la llegada del nuevo inquilino, convirtiéndose este suceso en una serie de gags en sí mismo. Finalmente, su nuevo morador sería un sastre negligente, algo bastante más mundano.

Tras la retirada del personaje, el piso quedó un tiempo vacío.

Conclusión y recomendaciones

El científico loco es el personaje más peculiar de todo 13, Rúe del Percebe. Siendo claramente un villano que se dedica a crear todo tipo de inventos para hacer el mal, especialmente toda una plétora de abominaciones, es el único que se aleja de la sátira costumbrista para parodiar un elemento de la cultura popular como es el cine de terror. Tristemente, también lo es por ser el único retirado de circulación, debido a que contravenía el dogma católico del “monopolio” divino de la creación de vida. Así se fue mi personaje favorito de ese tebeo.

No es raro que sus monstruos se vuelvan contra él.

Como no puede ser de otro modo, la única manera de desternillarse con las desventuras de este científico es leyendo 13, Rúe del percebe. Esta serie de tebeos ha sido compilada en multitud de ediciones, incluso en colecciones que no son la suya, como los números 20 y 40 de Olé Mortadelo (algo que siempre me pareció curiosísimo). Pero no tiene sentido ponerme a enumerarlos teniéndolo el lector de hoy tan fácil. Basta con hacerse con el tomo integral de la renacida editorial Bruguera (propiedad de Penguin Random House tras adquirir Ediciones B), que incluye todas las páginas que se llegaron a publicar.

Tomo integral de 13, Rúe del Percebe.
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