[Conociendo a…] Hug el Troglodita

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Nombre: Hug

Otros alias utilizados:
Homus / Homo burrus

Primera aparición: Tío Vivo (1965)

Creador: Jordi Groset

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El cómic y la Prehistoria como disciplina tienen más en común de lo que parece a simple vista. Al menos eso decía Gonzalo Ruíz Zapatero, catedrático de Prehistoria de la universidad Complutense de Madrid y gran aficionado a los cómics. A su juicio, ambos comparten la necesidad de plasmar sus conceptos de forma gráfica, pero el tradicional alejamiento entre ambos ha hecho que frecuentemente el pasado remoto no sea representado con demasiada fidelidad en la historieta.

En España proliferaron algunos de esos casos entre las décadas de los 50 y 60 del siglo XX. Por un lado están obras como Purk, El Hombre de Piedra (hnos. Gago, 1950) que, según su clasificación entraría en el “cómic de ficción total con grafismo realista”, y, por otra parte, Troglodito (Schmidt, 1957) Altamiro de la Cueva (Bernet, 1965), o Hug el Troglodita (Grosset, 1965), catalogados dentro de la “caricatura fantástica”. Hoy tengo el placer de presentar a este último personaje.

«Homo burrus» hasta la médula

Uno de los pocos cambios que experimentó Hug residen en sus orejas, que pronto se "esconderán" bajo su melena.
Uno de los pocos cambios que experimentó Hug reside en sus orejas, que pronto se «esconderán» bajo su melena.

Hug el Troglodita es presentado por su autor, Jordi Groset (alias Grosset), como el vivo estereotipo del cavernícola de la cultura popular, bastante alejado de los datos arqueológicos. Su ropa es tosca a más no poder, reducida a una prenda poco más grande que un calzón, hecho de piel de felino toscamente elaborado, y sostenido sobre uno de sus hombros y repleto de entrantes y salientes a modo de “tijeretazos”. Es bajito y grueso, su cabeza está completamente cubierta de pelo salvo por su redonda nariz que sobresale (en las primeras historietas también asomaban las orejas), y su única arma es una gran cachiporra que no dudará en utilizar cuando se presente la ocasión. Para resaltar ese primitivismo, su forma de hablar incluye sonidos guturales como el que le da nombre (frecuentemente iniciará una frase con el “¡Hug!”) o palabras escritas de forma incorrecta (la “c” será sustituida por la “k” en varias ocasiones).

Se supone que nuestro cavernícola particular es un humano anatómicamente moderno, esto es, un Homo sapiens. De hecho, las alusiones a los principales rasgos de esta especie en particular y al género Homo en general son bastante frecuentes, como la recurrente expresión de “utilizar la capacidad craneana” para cualquier fin que requiera ingenio, o para idear todo tipo de artilugios para llevarlo a la práctica. Pero a la hora de la verdad, su inteligencia y habilidades dejan mucho que desear. Sus estrategias a la hora de buscar comida terminan en fracaso (y eso que algunas de ellas no están mal pensadas del todo), y muestra una notoria incapacidad de realizar tareas que un verdadero hombre paleolítico consideraría sencillas, como encender fuego, tarea para la cual deberá emplear varias “horas cuaternarias”. Su amigo Pitakoras le recrimina no utilizar suficientemente el intelecto y dejarse llevar por la fuerza bruta, y Pikaso le echa en cara su falta de talento artístico. Incluso él mismo se llamará “Homus burrus”, “desgraciado”, etc. al final de sus catastróficas aventuras.

Sus puntos fuertes no residen en su inteligencia ni en su habilidad.
Sus puntos fuertes no residen en su inteligencia ni en su habilidad.

¡Qué vida más cuaternaria!

Hug vive en la Prehistoria, y no está nada satisfecho con ello. Es más, por su comportamiento parece un hombre del siglo XX que ha viajado accidentalmente al pasado y no puede regresar a su época. Vive en una cueva y, recostado sobre la roca desnuda, siempre se está quejando del aburrimiento y la falta de comodidades de la Edad de Piedra, y cuando encuentra algún obstáculo en el camino lamentará que todavía no se haya inventado lo que quiera que le permitiera solucionar su problema (Pitakoras ya diagnosticó su problema en una ocasión, calificándolo como “futurismo”).

Hug simepre se lamentará de lo aburrida que es su época. Incluso cuando parece agradecer alguna de sus virtudes (viñeta de abajo), al final ocurrirá algo que le haga desear algún adelanto contemporáneo.
Hug simepre se lamentará de lo aburrida que es su época. Incluso cuando parece agradecer alguna de sus virtudes (viñeta inferior), al final ocurrirá algo que le haga desear algún adelanto contemporáneo.

 

Su gran preocupación es la “manduca” (comida). De hecho, siempre parece estar hambriento, pero debido a su falta de talento como cazador, deberá conformarse con semillas, nabos, huevos o gusanos (los pobres saldrán huyendo cuando Hug diga tener hambre). Pero eso no basta, pues él necesita proteínas en grandes cantidades. Ahí entra en juego otro de los grandes anacronismos, pues algunas de las piezas que intentará cazar serán grandes “pepe-saurios” (dinosaurios inventados tanto en el nombre como en la forma) que o bien se le comerán a él o le pisotearán. Buscar empleo en los periódicos pétreos será otra forma de intentar sobrellevar una vida tan «achuchá».  En estas aventuras, pasado y presente se entrecruzan sin ningún tipo de rigor histórico, constituyendo un mero escenario en el que tienen lugar las desgracias de nuestro personaje.


El grafismo de Hug en los albores de los años 90.
El grafismo de Hug en los albores de los años 90.

En más de una ocasión será pisoteado por un pepe-saurio.
En más de una ocasión será pisoteado por un pepe-saurio.

 

Conclusión y recomendaciones

Hug es un troglodita bastante torpe y simple que siempre está hambriento y nunca consigue lo que se propone. En ese sentido, podría decirse que no difiere mucho de otros personajes de la escuela Bruguera, salvo por el hecho de que éste vive en la Edad de Piedra. A pesar de todo, sus inquietudes y predicciones lo convierten en un cavernícola adelantado a su tiempo.

El personaje de Grosset vio la luz en la revista Tío Vivo en 1965. Su popularidad fue en aumento y llegó a convertirse en uno de los personajes más populares de la revista, pasando a ocupar algunas portadas.  Perduró hasta la revista Mortadelo Extra de finales de los 80 y primera mitad de los 90, ya con un grafismo más redondeado que en sus antiguas historietas. A pesar de todo, hoy en día es raro verlo. Sus dos recopilatorios, Gansadas Prehistóricas (Olé #32, 1971) y Peripecias Cuaternarias (Olé #61, 1972), están descatalogados. Lo mismo ocurre con el de Clásicos del Humor de RBA (#31, 2009), a pesar de ser mucho más reciente. Quizás con un poco de suerte encontréis alguno de estos en alguna tienda de libros antiguos o en rastrillos.

Portada de Gansadas Prehistóricas, correspondiente al número 32 de Olé.
Portada de Gansadas Prehistóricas, correspondiente al número 32 de la colección Olé.
Portada de Peripecias cuaternarias, número 62 de la colección Olé.
Portada de Peripecias cuaternarias, número 61 de la colección Olé.
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