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Nombre: Papyrus

Primera aparición: Le journal de Spirou (1974)

Creador: Lucien de Gieter

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Dentro de la tradición del cómic franco-belga, existen no pocas series inspiradas en el pasado. La más famosa de entre todas ellas es, sin lugar a dudas, la de Astérix (Goscinny y Uderzo, 1959), a la que da nombre el intrépido galo que, junto con su amigo Obélix y el resto de su aldea de “irreductibles galos resiste, todavía y como siempre, al invasor” romano. No le va demasiado a la zaga Iznogud, aquel malvado gran visir que busca ser “califa en lugar del califa”, al cual ya le dediqué un artículo la pasada temporada.

Hoy hablaré del protagonista de otra serie de ese estilo que, pese a que no se puede decir que sea poco conocida en su mercado original (aunque, desde luego, lo es menos que esos dos colosos), pasó de puntillas por nuestro país. Es hora de presentaros a Papyrus, el aventurero egipcio de Lucien de Gieter.

Portador de la espada mágica y salvador de la princesa

Papyrus es un joven natural del antiguo Egipto cuyas andanzas están ambientadas en torno al siglo XIII a.C., durante el conocido como Imperio Nuevo egipcio. Se caracteriza por su tez oscura, su pelo negro azabache en forma de media melena, los brazaletes, pectoral y diadema en forma de cobra (el uraeus, símbolo protector de la realeza) dorados que siempre lleva consigo y que, junto con su faldellín, completaban su vestimenta, y su constitución esbelta. Pero en su primera aventura difiere con este último rasgo, pues aparece con una estatura más reducida y un aspecto más aniñado en general. Sus grandes ojos almendrados pintados a la manera egipcia también contrastan con los dos pequeños puntos ovalados que muy pronto (definitivamente, desde su tercera aventura) le terminarían caracterizando. En cuanto a su nombre, huelga decir que alude tanto a la planta tan común de ese país como al papel que los egipcios fabricaban con ésta.

El primer aspecto de Papyrus era un tanto distinto.

Aquel Papyrus del capítulo La momia sepultada es presentado como un humilde pescador que dormía plácidamente en su barca. De repente, un cocodrilo irrumpe en las aguas del Nilo y, con los dientes, corta la cuerda que amarra la embarcación. Acto seguido se transforma en la diosa de los cabellos resplandecientes, hija de Sebek, el dios cocodrilo, quien, señalando misteriosamente hacia el horizonte, parece haberle encomendado una misión. El pobre Papyrus, sin ser consciente de todo lo ocurrido, despierta bruscamente cuando la corriente del Nilo acelera y, poco después, se ve atrapado por una tribu de pigmenos (una inexactitud a la que se daría explicación en La pirámide negra) que le encierran en una mazmorra sin salida. Allí conoció a Theti-Chéri (juego de palabras con el nombre de la reina egipcia Thetisheri y la palabra francesa Chéri -querido-), hija del faraón Merneptah, la cual había sido momificada en vida y arrojada al Nilo por unos conspiradores de palacio. Tras lograr la libertad, Papyrus se ve extraviado en una siniestra cueva donde se le presentan una serie de pruebas. Fue en ese lugar donde se hizo con su espada mágica, portada por su miedo personificado como una imagen gigante y monstruosa de sí mismo, quien se la entregó tras ser derrotado. Finalmente, logra reencontrarse con la princesa y la diosa. Esta última le explica la razón por la que le hizo emprender esa aventura: hacer regresar a Theti-Chéri a Tebas para que un día reine en Egipto, algo que lograría tras pasar otra serie de peligros.

Una vez vencido su miedo, la espada fue suya.

Si bien esa cimitarra egipcia no constituye el elemento central de todas y cada una de sus aventuras, le será de bastante utilizad en más de una ocasión. Dicha arma es capaz de aumentar de tamaño, pues, como su propio miedo le dijo antes de morir, representa “la medida de su valor”. Es enormemente resistente y despide una especie de descarga eléctrica contra los enemigos que la intentan blandir, fulmina a pequeñas criaturas que entran en contacto con ella y crea ilusiones ópticas en casos de máximo peligro, entre otros prodigios sobrenaturales.

La espada es «la medida de su valor».

Aventuras faraónicas

A raíz de dicha hazaña, Papyrus logra obtener un alto estatus en la corte del faraón, aunque de vez en cuando alguien le siga llamando despectivamente fellah (campesino egipcio). Es vestido con los atributos de nobleza y realeza anteriormente mencionados e incluso vive en las dependencias palaciegas más privilegiadas, cerca de las de la mismísima heredera. Paradógicamente, esa alta posición, lejos de facilitarle la vida, será la fuente de un sin fin de aventuras, ya sea en forma de intrigas orquestadas por los enemigos del faraón, de sucesos ocurridos durante misiones encomendadas por éste o por otros peligros, en muchos de los cuales se ven involucrados los mismísimos dioses egipcios. Por ello, su principal compañera de aventuras es la misma Theti-Chéri (en español será traducido primeramente como Tetis-Querida y, en la colección regular con el más forzado juego de palabras Sheror-Amor), quien además de princesa, es sacerdotisa y bailarina sagrada. La relación que mantienen estos dos personajes durante la mayor parte de la serie es la de una amistad corriente (aunque en algunos casos a Theti/Sheror le saldrá la vena autoritaria propia de la realeza), pero en los números más recientes adquiere un cariz romántico.

Papyrus y Tethi-Chéri son muy buenos amigos, pero a veces tienen sus más y sus menos.

Son varios los personajes secundarios que aparecen de forma ocasional. De entre todos ellos, cabe destacar a dos. El primero fue Imhutep, el mejor amigo de Papyrus, quien es presentado como un joven que acabó en la mendicidad al perder su pierna derecha y que, tras ayudar a Papyrus en cierto trance relacionado con el faraón, fue ascendiendo hasta llegar a ser arquitecto real. Más adelante, ya en los capítulos inéditos en España (en concreto, en El señor de los cocodrilos), hace acto de aparición Pouin, un individuo de muy baja estatura, pero de sangre real, que va a todas partes con su asno Kamelot, cuya relación de amor-odio entre hombre y animal aporta un elemento cómico más a la serie. Desde que fue derrotada la tribu libia que le obligaba a trabajar para ellos, acompaña a Papyrus y a Theti-Chéri a buena parte de sus aventuras.


Papyrus e Imhutep colaboran en unas cuantas aventuras.

En cualquier caso, y le acompañe quien le acompañe, el protagonista muestra en todo momento una lealtad intachable hacia ellos, junto con tantas otras cualidades ya vistas en los cómics juveniles de esta clase, como valor, ingenio, etc., aunque a menudo exclamando el “¡por Orus!” que tanto le caracteriza.

Papyrus «al rescate» de Pouin.

Conclusión y recomendaciones

Papyrus era un joven pescador elegido por la hija de Sebek para salvar a la sucesora al trono de Egipto. A ello le debe su espada mágica, su estatus privilegiado de fiel servidor del faraón y, sobre todo, su gran amistad con la princesa Theti-Chéri, que terminaría derivando en algo más. A menudo se las tiene que ver tanto con enemigos terrenales como con furibundos dioses y otras criaturas mitológicas.

Al igual que Spyrou, Papyrus no está habituado a beber.

Papyrus es una serie que combina magistralmente la fantasía con la verosimilitud histórica que una considerable documentación proporciona. Además, está lleno de notas a pie de viñeta que aportan datos adicionales sobre la mitología y las costumbres de los antiguos egipcios, lo que lo hace bastante divulgativo. Por desgracia, y como ya comenté, su publicación en España fue bastante fugaz. Sólo vieron la luz los diez primeros tomos del total de 33 que hay hasta la fecha (publicados por Dupuis en el original francés). Y de esos diez, los dos primeros aparecieron de forma suelta en coleccionables. El resto fueron publicados por Ediciones Junior entre 1988 y 1991, esta vez en el mismo orden de la colección original (no como el lío que hicieron con Spirou).

Papyrus #1/3 (Junior/Dupuis respectivamente).
Papyrus #28 (en francés).
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