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Nombre: Gilgamesh

Otros alias utilizados: Gilgamesh el Inmortal

Primera aparición: D’artagnan (1969)

Creador: Lucho Olivera

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El Poema/Epopeya de Gilgamesh es el poema épico más antiguo de la historia de la humanidad. Originario en la antigua Sumeria (Mesopotamia, entre el río Tigris y Éufrates), data del III milenio antes de Cristo, y ha sido compilado en diferentes idiomas de la región en la Antigüedad, desde el sumerio original hasta asirio, hitita y paleobabilonio. Narra las peripecias de Gilgamesh, rey de Uruk e hijo de Lugalbanda. Se trata de un héroe de estatura y fuerza colosal (es más que un semidiós, porque se dice que “dos tercios de él son divinos, un tercio es humano”), ambicioso y orgulloso, valiente en la batalla y gran constructor de edificios y murallas. Este poder excepcional le convirtió en un déspota para con sus súbditos, pero tras

enfrentarse al no menos fuerte Enkidu y empatar con él, decidió volver al “buen camino” y realizar una serie de hazañas que le llevarían a cortar la cabeza del monstruo Khumbaba en la Montaña de los Cedros y la matar al gran Toro Celeste. Desgraciadamente, es última hazaña provocó la ira de la diosa Ishtar y como castigo se cobró la muerte de su amigo Enkidu. Como consecuencia, el monarca de Uruk sufrió una crisis existencial que le llevó a partir en busca de Utnapishtim (el Noé mesopotámico que se salvó del Diluvio Universal) para que le concediera la vida eterna. Su fracaso estrepitoso constituye una metáfora de lo inútil que es intentar lograr una inmortalidad que sólo los dioses detentan.

Pero, ¿qué hubiera pasado si Gilgamesh hubiera logrado hallar el secreto de la inmortalidad? Eso es lo que plantea la obra Gilgamesh, el Inmortal, una serie de cómic argentino basada en el héroe sumerio (con una interpretación bastante libre, eso sí), creado por Lucho Olivera.

El rey que no quería morir

Primera aparición de Gilgamesh.
Primera aparición de Gilgamesh.

Como acabo de mencionar, la historia de este Gilgamesh está vagamente inspirada en el de la leyenda sumeria, por lo que difiere bastante de la misma. Para empezar, físicamente dista de ser ese coloso que describían los antiguos sumerios, aunque sí que es alto y de constitución robusta. Además, carece de pelo y como todos los habitantes de esa región del mundo, tiene la tez morena.

Su historia comienza cuando, siendo todavía un niño y heredero al trono de Uruk, comienza a cuestionarse su destino mortal. No deja de preguntarse por qué los dioses pueden permitir que los reyes envejezcan y mueran como el resto de seres humanos, cuando podrían velar por la seguridad de su pueblo por toda la eternidad. Estas preocupaciones se ven reforzadas cuando arriesga su vida por primera vez en combate, y sobre todo tras ver morir a su padre en la batalla y, poco después, ser víctima de las intrigas palaciegas que a punto estuvieron de acabar con él. Tras este lance, el monarca de Uruk torna su miedo natural en obsesión paranoica que le lleva a encerrarse en su palacio y construir una colosal muralla que impida que cualquier peligro llegue del exterior. Pero sabe que es inútil, por mucho que se proteja, llegará un día en que le llegue la hora, por lo cual hizo venir a alquimistas de todo el reino en busca del elixir milagroso que ponga fin a sus preocupaciones, siempre en balde.

Pronto lo tuvo claro.

Así transcurrieron los acontecimientos hasta que cumplió los cuarenta años. Sabedor de la inminencia de su declive y ya sin esperanzas, subió en plena noche a la cima de su zigurat para maldecir amargamente su suerte. Fue entonces cuando apareció en el cielo un resplandor inmenso que adquirió la forma de una gigantesca nave espacial, que se precipitó con un estruendo más allá del horizonte. Impulsado por una fuerza desconocida, Gilgamesh acudió a su encuentro y tras traspasar el umbral, se encontró con un ser de otro mundo con signos inequívocos de estar herido. Éste se presentó como Utnapishtim (una clara inspiración del Noé sumerio), un habitante de Marte que había renunciado a la inmortalidad a causa del hastió fruto del transcurso de los milenios, pero que había recuperado el miedo a la muerte tras ese grave accidente. Por ello, prometió al monarca la vida eterna si le ayudaba a recuperarse de sus heridas, pues si fuera sometido al rayo de la inmortalidad permanecería siempre en el estado previo al proceso. Gilgamesh no lo dudó ni un instante, y tras varios meses de cuidados intensivos, el marciano le concedió su tan anhelado don.

Antes de partir, Utnapishtim le conminó a que visitara su planeta si alguna vez el peso de los siglos se le hacía demasiado pesado como poder soportar su sempiterna existencia. El rey de Uruk no pudo ni tan siquiera concebir el motivo de tales palabras, cuando precisamente había obtenido por fin lo que más deseaba en el mundo. Tendría una eternidad para averiguarlo.

Si a la izquierda (versión de los hechos correspondiente a la primera etapa de la serie) Utnapishtim ofrece la inmortalidad a Gilgamesh, a la derecha vemos al rey sumerio tomar la iniciativa.
Si a la izquierda (versión de los hechos correspondiente a la primera etapa de la serie) Utnapishtim ofrece la inmortalidad a Gilgamesh, a la derecha vemos al rey sumerio tomar la iniciativa.

Una vida tan eterna como su soledad

La inmortalidad no resultó ser el prodigioso don con el que había soñado. Si ya antes de convertirse en Gilgamesh el Inmortal se había ganado la animadversión de unas élites que no podían enriquecerse todo lo que les gustaría a causa de su moral intachable, sus cientos de años de reinado no hicieron más que agravar la situación. Todos sus súbitos le aborrecían porque su sola existencia ya les recordaba que estaban condenados a morir nada más nacer mientras se veían obligados a vivir bajo su sombra. Debido a ello, la ciudad comenzó a declinar, sin que ninguno de ellos mostrara el menos interés por reconducir la situación. Gilgamesh, que únicamente había querido conducir a su pueblo a la eterna felicidad y prosperidad, finalmente fue consciente del alcance de la situación y abandonó Uruk entre los gritos de júbilo de los que hasta ese momento habían sido sus súbditos.

 

Su inmortalidad le convirtió en un rey aborrecido y odiado.
Su inmortalidad le convirtió en un rey aborrecido y odiado.

Desde entonces, inició un eterno periplo a lo largo y ancho del mundo, de los siglos y los milenos, adoptando diferentes identidades y profesiones según la época y el lugar. Fue gladiador, centurión, cruzado, condotiero, explorador, combatiente en la Revolución Francesa y piloto en la Primera Guerra Mundial, entre muchas otras ocupaciones. Conoció a personajes históricos de la talla de Asurbanipal, Alejandro Magno, Julio César, Jesús de Nazaret, Merlín y el rey Arturo y Napoleón Bonaparte entre otros. Incluso se vio las caras con Hitler y parte de la cúpula nazi y acabó en un campo de exterminio. Humanista hasta la médula, comprendió que para ayudar a la humanidad era inútil sujetarla bajo una eterna tutela, por lo que decidió seguir a algunos de esos personajes bajo la creencia de que tras las guerras que libraban les seguiría una paz que uniera a todos los hombres. pero acabó desencantado cuando constató que la suya era una especie sin memoria, que olvidaba fácilmente los errores pasados y que estaba abocada a cometerlos una y otra vez, bajo una inextinguible llama de ambición y codicia.

Su vida eterna le permitió participar discretamente en numerosos acontecimientos históricos.
Su vida eterna le permitió participar discretamente en numerosos acontecimientos históricos.

Por si fuera poco, la atadura de su inmortalidad suponía asistir a innumerables muertes de amigos, amadas y demás seres queridos, por lo que se convirtió en un viajero que cargaba como equipaje incontables vidas pasadas en completa y absoluta soledad, y siempre bajo la sombra de las sospecha de quienes no le veían sucumbir a la edad y a las heridas de combate. A esto hay que añadir que estaba sometido a los padecimientos físicos del resto de mortales, como el hambre, la sed y el dolor, sólo que éstos podrían durar eternamente al no poder morir bajo ellos. Cuando la burocracia se expandió, incluso tuvo que disfrazarse para fingir la vejez y simular su propia muerte para después emerger de la tumba cual muerto viviente. La vida eterna le había proporcionado infinidad de tiempo para asimilar todo el saber de la humanidad (ciencias, literatura, idiomas vivos y muertos), pero llegó un momento en que el peso de los milenios y la falta de alicientes redujo su vida a la mera existencia.


Su enorme apatía vital le llevó a la mendicidad.
Su enorme apatía vital le llevó a la mendicidad.

Todo cambió cuando un fatídico día de 1985 estalló una guerra nuclear entre las grandes potencias: Estados Unidos y aliados, China y la Unión Soviética. La detonación de una bomba de cobalto barrió toda la vida orgánica de la Tierra (menos a Gilgamesh, claro) al tiempo que dejaba intactos todos los restos materiales edificados por el hombre. En ese momento su soledad sí que fue total y absoluta; era el único ser viviente sobre la faz de la Tierra. En su desesperación, incluso llegó a desear la muerte con todas sus fuerzas. Poco podía sospechar que en sus manos estaba el nuevo comienzo para el ser humano, más allá de las estrellas.

La soledad de Gilgamesh se hizo literal cuando sobrevino el apocalipsis nuclear.
La soledad de Gilgamesh se hizo literal cuando sobrevino el apocalipsis nuclear.

Conclusión y recomendaciones

Gilgamesh es la encarnación de los temores y anhelos de la humanidad, muy especialmente del miedo a la muerte, pero también de las esperanzas de paz y progreso y de la curiosidad y el afán de conocimiento sin límites. Muestra una visión de la inmortalidad mucho más oscura que la de Vandal Savage, en tanto que no sólo no mueve los hilos de la historia, sino que se ve inmerso en una corriente de acontecimientos (en especial bélicos) que ni él mismo puede controlar, al tiempo que padece un constante sentimiento de perdida y soledad otorgado por una vida sin fin.

Las aventuras de Gilgamesh el Inmortal se dividen en tres etapas, todas ellas dibujadas por Lucho Olivera, pero con la colaboración de distintos guionistas. La original, publicada entre 1969 y 1975, consta de 33 capítulos y cuenta con el guión de Sergio Mulko, mientras que la segunda y principal (en la que me basé para la mayor parte del artículo debido a su mayor profusión de detalles y coherencia interna), comenzó en 1980 y se compone de 138 capítulos y tiene como guionistas a Robin Wood y Ricardo Ferrari para su primera y segunda mitad respectivamente. Debido a que la segunda es un reinicio de la serie, ambas ofrecen variaciones en los acontecimientos que he citado en este artículo, mientras que toman caminos completamente diferentes a partir de su travesía espacial. En Argentina vieron la luz distintos recopilatorios de ambas etapas. La editorial Columba, bajo la cual se publicaron sus aventuras en la revista D’artagnan, editó una recopilatorios de ambas, si bien se centró más en la de Robin Wood bajo el paraguas de Clásicos de Columba. Doedytores centró su atención en la primera, con dos tomos que retomaban sus aventuras a partir del capítulo 15 hasta el 3, el capítulo final, repartidos en los tomos Hora Cero (Biblioteca MP de Novela Gráfica #1, 2008) y Arenas Rojas ( Biblioteca MP de Novela Gráfica #11, 2011) respectivamente. Por su parte, 001 Ediciones se centró en la de Robin Hood, con dos tomos en blanco y negro y publicados en 2011 y 1012 respectivamente.

Segundo tomo de Doedytores.
Segundo tomo de Doedytores.
Primer volumen de 001 Ediciones.
Primer volumen de 001 Ediciones.

Para finalizar, y como curiosidad, cabe destacar que Gilgamesh participó en crossovers dentro de distintas series del cómic argentino: Nippur de Lagash (Lucho Olivera y Robin Wood, 1957), Gwendolyn 3-19-4 (Ricardo Ferrari y Lucho Olviera, 1989), Martin Hel, Cazador (Jorge Lucas, 1992) y El Eternauta (H. Germán Oesterheld y F. Solano López, 1957). No me queda espacio para explicar todos los casos, pero cabe destacar su aparición en Nippur de Lagash (de hecho, ambos personajes se hicieron grandes amigos), debutando en Yo vi a Gilgamesh Buscando su Muerte (#34). En segundo lugar destacaré El Eternauta por el gran peso de esta serie, concretamente en la aventura corta «El día en el que Gilgamesh y el Eternauta se Encontraron», dibujado por Sergio Mulko y con el guión de Toni Torres dentro del volumen El Perro Llamador y Otras Historias (F.Solano Lopez & S.kern, 2010). En esta veremos a Juan Salvo y a Gilgamesh frente a frente en medio de una grave catástrofe que se cierne sobre la Tierra.

Dos viajeros de la eternidad, frente a frente.
Dos viajeros de la eternidad, frente a frente.
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