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Nombre: Carpanta

Primera aparición:
Extraoficial: Pulgarcito #3 (1947)
Oficial: Pulgarcito #7 (1947)

 

Creador: Josep Escobar

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Como ya he mencionado en más de una ocasión, una buena parte de los personajes más famosos y queridos de la editorial Bruguera pertenecieron a un contexto muy específico, y no especialmente feliz. Me refiero al de la posguerra española, un extenso período cuyas secuelas se vieron prolongadas por el estallido de la Segunda Guerra Mundial y por los duros y largos años del aislamiento internacional que siguieron a la derrota de las potencias fascistas. Fueron momentos de represión, censura y adoctrinamiento en el plano político y estrecheces, hambre y miseria en el plano cotidiano y subsistencial. De entre todos ellos, existe un

personaje que, por encima del resto, se erige como el principal icono de esta época, uno con el que el grado de empatía por parte del público alcanzó unas cotas tan altas que desbordó los márgenes de este período y adquirió un carácter intemporal, dejando una huella nítida en la cultura popular. Estoy hablando, cómo no, de Carpanta, el hambriento vagabundo de mediana edad del gran Josep Escobar i Saliente, más conocido simplemente como Escobar.

Los orígenes del personaje

Concebido en un primer momento con el nombre de Manduca (comida), que no llegó a cuajar en el resultado definitivo, el conocido finalmente como Carpanta (“hambre violenta”, según la RAE) hizo honor a su apelativo desde el mismo momento de su debut. En esa primera historieta, titulada 13 en la mesa, de los primeros números de la revista Pulgarcito en su nueva etapa iniciada en 1947, vimos nacer a un hombrecillo ataviado con ropajes raídos de mendigo y un sombrero de paja de ala ancha, con barba y un tanto desdentado. Aunque físicamente guardaba poco parecido con el aspecto que finalmente adquiriría, el principal rasgo de su personalidad ya estaba perfectamente fijado, que no es otro que su hambre desmedida. En esta aventura, el mayordomo de una baronesa preocupada por la asistencia de trece comensales, el número de la mala suerte, decide hacer entrar a Carpanta haciéndole pasar por el marqués Aspirinof de Bulgaria a cambio de prometerle una buena cena. Los rudos modales del protagonista suscitarían estupor entre esta aristocrática comitiva.

Primera aparición de Carpanta.
Primera aparición de Carpanta. Era muy distinto al que conocemos, pero ya entonces pensaba en la comida.

No obstante, aquel personaje (al que algunos relacionan con otros como el vagabundo norteamericano Pete the Tramp (1932), creado por el estadounidense Rusell en plena Gran Depresión) podría considerarse como una especie de “experiencia piloto”, en tanto que aún no figuraba el título de la serie en la cabecera y carecía de su indumentaria distintiva. Por lo tanto, la primera historieta de la serie propiamente dicha es Carpanta y el Billete, publicada cuatro números más tarde. En ella ya lucía parte de sus ropajes definitivos, como un sombrero sencillo, pero no ajado, una camiseta a rallas, chaqueta y su clásico cuello de camisa alto y rígido cual collarín.

Primera historieta de la serie propiamente dicha.
Primera historieta de la serie propiamente dicha.

Conforme fueron avanzando las historietas, el personaje de Escobar rápidamente terminó de adquirir su aspecto característico. Los primeros cambios en hacerse notar fueron en su vestimenta, adoptando su definitivo traje (y sombrero) negro con pajarita. Más adelante, éstos se hicieron notar en su nariz. De tener una nariz achatada y respingona pasa a lucir una nariz prominente a la usanza de Bruguera. Lo que siempre conservará de sus orígenes será la barba, así como su escasez de dientes, cuyo número incluso se verá reducido (uno o dos según la antigüedad de la historieta, correspondiendo este último a los más recientes).

Pocos números después ya contaba con sus ropas definitivas.
Pocos números después ya contaba con sus ropas definitivas.

El hambre agudiza el ingenio

Carpanta es un “hambriento profesional”, o un “ayunador diplomado”, entre otras distinciones adjudicadas por él mismo. Como a lo sumo llega a comer una aceituna cada tres meses, el pobre siempre tiene un hambre canina. Su única preocupación es la búsqueda de alimento (“mover el bigote”, como suele decir) para saciar ese apetito voraz. Para ello recurrirá a todos los métodos que tenga a su alcance, como ofrecer algún tipo de servicio a cambio de un poco de comida, aprovechar ofertas promociones y concursos, criar pollos para zampárselos cuando lleguen a la edad adulta, o directamente mediante el robo o estafa a través de ingeniosas tretas, haciendo gala de la más genuina picaresca española, en cuyo caso será blanco de las iras de los tenderos, que por lo general también son bastante avispados.

Cualquier treta es buena con tal de "mover el bigote".
Cualquier treta es buena con tal de «mover el bigote».

Uno de sus métodos más recurrentes es el de comer en un restaurante sin pagar a cambio de lavar los platos después (tan normalizado está ese procedimiento que hasta propuso lavar los platos antes de comer para hacer mejor la digestión). Todo esto será en vano, porque por mucho que lo intente siempre ocurrirá algún percance que le impida comer. Por nada del mundo escapará a su sino, porque no logrará probar bocado ni aunque algún buen samaritano le invite a comer. Incluso si en alguna rarísima ocasión lo consigue, alguna calamidad hará que su digestión no sea demasiado placentera.

El mundo de Carpanta

El mejor amigo de Carpanta se llama Protasio, un individuo de mediana edad, bastante rollizo, con boina y bigote. A pesar de que también se encuentra sumido en una acusada precariedad económica, los negocios de este personaje son más fructíferos que los de su camarada, por lo que dentro del nivel de pobreza en el que se desenvuelven, come con más asiduidad y muestra un mínimo desahogo que parece opulencia a ojos de Carpanta. Por ejemplo, una chabola con huerto y jardín, por muy minúscula que sea, le parece una mansión al lado de la improvisada vivienda bajo un puente del Llobregat en la que vive, pese a que se las haya apañado bastante bien para amueblarlo y acondicionarlo, puesto que posee cama, algunos electrodomésticos y puerta o cortina según la historieta. Ambos pueden colaborar en algún negocio que les permita «mover el bogite», del cual nuestro hambriento personaje saldrá mal parado. Otras veces son competidores directos y se boicotearán mutuamente. En alguna historieta veremos a Protasio compadeciéndose por la suerte de Carpanta, pero finalmente prevalece su tacañería disfrazada de favor hacia su amigo. Sin duda es una amistad un tanto peculiar.

A Protasio siempre parece irle mejor que a su amigo.
A Protasio siempre parece irle mejor que a su amigo.

El hambre de Carpanta depende de su desafortunado sino. Pero, ¿quién controla el destino? Esta pregunta, de profundo contenido filosófico, tiene fácil explicación en sus historietas. No es otro que Escobar, por lo que es natural que el personaje se rebele contra su autor. Escobar se convierte así en un personaje más de su obra, que hace acto de presencia de tanto en tanto. Sus creaciones le conocen como “papá Escobar” (Carpanta le puede llamar también “padrastro” o “padrino” de forma despectiva), y como si de un padre se tratara, en algunos momentos acude a él para suplicarle que le deje “mover el bigote”, pero éste se mostrará en todo momento inmisericorde con la suerte de su desdichada creación, con frases tan lapidarias como “lo siento, Carpanta, pero tu destino es no comer”. Podríamos decir que el propio autor no sale muy bien parado en la imagen que proyecta de él mismo, porque en última instancia es el “malo de la película”, causante de todas sus desgracias.

Escobar lo dice sin tapujos: él y su familia viven a costa del hambre de Carpanta.
Escobar lo dice sin tapujos: él y su familia viven a costa del hambre de Carpanta.

Un último personaje a destacar es Valeria, una chica morena y atractiva que conoció cuando se vio forzado a mudarse al puente de la autopista, en la historieta Y llegó el amor. Se enamora perdidamente de ella nada más verla, hasta tal punto que incluso el mismísimo hambriento por antonomasia perdió el apetito, desperdiciando así la oportunidad de comer un pollo que ésta le había entregado. La relación parecía ir bien, e incluso se fueron a vivir juntos a una minúscula barraca que construyeron con los restos de un avión. Pero el enamoramiento de Carpanta duró poco. La comida volvió a ser su máxima prioridad, hasta el punto de ignorar a la pobre Valeria. A pesar de los denodados intentos de ésta por agradar a Carpanta para se le declare, sólo conseguirá el efecto contrario.


Cupido fue muy certero, ya que fue amor a primera vista (eso sí, no duró mucho).
Cupido fue muy certero, ya que fue amor a primera vista (eso sí, no duró mucho).

Conclusión y recomendaciones

Carpanta se ha erigido por méritos propios como el gran icono de la posguerra española. En sus páginas aún retumba el eco de aquella España del hambre, del estraperlo y las cartillas de racionamiento. Su hambre perpetua fruto de sus infortunios en la búsqueda de sustento y su carácter entrañable propiciaron la conexión casi instantánea con el público de la época, y su longevidad (su serie llegó hasta 1984 en la revista Mortadelo, y todavía le llegaríamos a ver en una historieta de Zipi y Zape de 1991) dejó una huella duradera en varias generaciones de lectores. A pesar de que, al igual que ocurrió con Doña Urraca, los rigores de la censura atemperaron algunos de sus rasgos, su esencia se mantuvo, y aún hoy se recuerda la famosa expresión “tener más hambre que Carpanta”.


Existen varios ejemplares recopilatorios publicados a finales de los 40 y principios de los 50 en las colecciones Magos del Lápiz y Magos de la Risa . Del primero, existe un tomo de número y fecha sin determinar y otros dos correspondientes a los números 28 y 36. Del segundo, aparece en los volúmenes 2, 9, 21, 28, 34 y 40. Desde entonces, no hubo más publicaciones por el estilo hasta  los ejemplares de la colección Olé ¡Siempre a punto de comer! (#30, 1981) y ¡Quién pudiera comer! (#305, 1985), y ya con el relevo de Ediciones B, en el especial Magos del Humor 50 aniversario de Carpanta (#61, 1995).  Además, debido la notable fama de la serie, se encuentra entre los pocos personajes que dieron su nombre a una revista. Se trata de “Super Carpanta”, una publicación compuesta de 56 números que existió durante casi cinco años, de 1977 a 1981. Por otra parte, existen varios Super Humor, compartiendo espacio con los personajes de Escobar Zipi y Zape, pero sobre todo con los de Ibáñez, como Mortadelo y Filemón, el Botones Sacarino y Rompetechos.

Volumen 36 de Magos del Lápiz.
Volumen 36 de Magos del Lápiz.
Número 30 de la colección OLÉ!

Pero como suele suceder con la mayoría de los clásicos del cómic en este país, hoy en día ha sido condenado al olvido casi absoluto. No hay casi nada exclusivo de Carpanta en lo que llevamos de siglo XXI. Como ya comenté cuando hablé de Hug el Troglodita, los únicos recopilatorio existentes son los del coleccionable Clásicos del Humor editado por RBA en 2008 y reeditado en 2009, correspondientes a los números 8 y 19, y que ya no se encuentra en ningún catálogo. Lo único que quizás (recalco lo que quizás) se pueda encontrar en las librerías es Lo mejor de Escobar (Super Humor Clásicos #5, 2008), un homenaje al autor en el que además de Carpanta, encontraremos aventuras de otros personajes del autor como Zipi y Zape y Petra entre otros. No es un recopilatorio exclusivo, y no hace honor en absoluto a la transcendencia del personaje, pero algo es algo. Todavía sigue pendiente uno o varios tomos que reúnan las mejores historietas de todas las etapas por las que pasó la serie. Esperemos que llegue algún día.

Carpanta II, de Clásicos del Humor.
Carpanta II, de Clásicos del Humor.
Super Humor de lo mejor de Escobar
Super Humor de lo mejor de Escobar
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